Poné play - Discurso de Perón 17 de octubre de 1945

sábado, 2 de agosto de 2008

ESPACIOS PASADOS, PRESENTES...

Rosario - TRIANGULO,MODERNO Y ROCA - Zona Suroeste
A
CRÓNICA DE FINAL ANUNCIADO

" Y hoy mi viejo ... es una planta,
es la luz, es el viento y es el río;
este torrente mío lo suplanta
prolongando en mi ser su desafío..."

“ADIOS NONINO”
A. Piazzola / E. Blázquez


Cuando lo que no es normal se naturaliza, en su nuevo carácter institucionalizado, dispersa siempre a otros planos y espacios a lo normal, lo cual por lo general se nos termina amortizando en sueños perdidos.
Lo que se construyó a vientos de décadas, sucumbe a brisas contemporáneas, y todo lo que solia ser, ya nos deja de hablar en presente.
Presente del pasado conjugado en pretéterito, de oleadas de inmigrantes que, a fines del siglo diecinueve, comenzaron a integrarse de a poco con las tierras de una periferia, que abandonaba su carácter de basurero, reclusorio y porqueriza, por la nueva cara de una creciente Rosario, de río pujante, que dirigía sus miradas a Europa, mediantes guiños del estado ordenador y progresista que le galanteaba, en su carácter de emplazamiento base del modelo agroexportador.
Así, en italiano, en español y en portugués, en algunos casos, los gringos se fueron haciendo de los espacios con sus competencias, devenidas de generaciones y generaciones de labrar la tierra.
Y en ese espacio hostil, de largos pastos y población corta, comenzaron a relatarse anécdotas de la llegada de estos foráneos, que portaban apellidos como Cairo, Saraniti, Biselli, Tamagno, Cordero, Cocalotto, y tantos más.
Espacio que, décadas más tarde, en 1912, con la llegada del acaudalado francés, Carlos Deliot, de la mano de su inseparable amigo, el doctor Mauro Casals, fue reformulado en torno a una casa señorial, que aún se levanta, con sonrisa de chico, sobre el Boulevard (Seguí, al 5400) y a la que llamara en ese momento Villa Augusto, la cual se encontraba flanqueada por un inmenso parque y casas modestas, que eran alquiladas por el afamado dueto a bajos costos, conformando, junto a los quinteros, una suerte de comunidad en proceso de consolidación.
Comunidad que se construyera y se viera alimentada tanto en su fe, con la inaguración de la parroquia, como en el aspecto comercial, cuando, pasados los cincuenta, por un convenio con la empresa Rosario del Norte y del Oeste, se llegó a conectar esta zona, hasta el momento alejada del casco urbano mediante el tranway, que se desplazaba por la hoy Avenida Gral Juan D. Perón.
Espacio de verdes salvajes, con desparpajo de belleza pura; era del verde y de los hampones, que asolaban la calle Garibaldi con sus ajustes de cuentas, y que hicieran que los lugareños la apodaran "Las Animas", porque más de uno juraba, lejos del confesionario, haber visto algunos de los espectros de los muertos vagar por allí, buscando la paz que habían perdido.
Era del verde por la creación de escuelas ( la 660, la 518 ), y de todas las instituciones que iban conformando la estructura necesaria para el cambio y la expansión rápida que llevaran adelante Barrio Moderno, Triángulo y Urquiza, como tres jinetes que galanteaban con su presencia al Suroeste.
Era del verde, donde todos se saludaban y salían en grupos a ganarse los campos de Deliot para descansar bajo el sol, o disfrutaban de los interminables y míticos picnics en las quintas de La Elida y Luciani. Picnics que encontrarían su fin cuando la última finca dejó vulnerar su tranquera a la organización estatal, previa promesa a sus dueños de pavimentar las calles Rouillón y Riobamba.
Era del verde de las ferias semi nómades, que se emplazaban en el predio llano de Seguí y Felipe Moré, y hacían de suerte de plazas de pueblo, traspoladas al barrio, donde se encontraban los jóvenes de los campos y los del barrio, bajo la sombra de una hamaca voladora, y varios se juraron amor eterno, para que, años después alguien pudiera, fruto de ese amor, contar sus historias, acodado en el mostrador rústico del "Bar de Chirola".
Era verde que supo domar la ola asesina de la economía de fines de los setenta, pero que, durante el transcurso de la década anterior al cambio de siglo, comenzó a llenarse de grises.
Y así, esta larga y pujante etapa, fruto de una nueva conjugación en futuro imperfecto, perfecto para unos pocos, sucumbió en sus verdes, finalmente, para dar paso a la era de los clones. Clones de concreto, que comenzaron y nunca paran hasta hoy, y seguro o no, mañana, de calcar miserias. Como lo dejara en claro la primera pueba piloto, durante los '80, que parió al Fonavi de Seguí al 5600, llamado por algunos Fuerte Apache, por su falta de seguridad y por la falta de inventiva de sus ocupantes, y el barrio Arzobispo Bolatti, que padeciese la misma desidia que el primero.
Nuevo futuro de reubicación de villas, sin trabajo social de base, que implica, no sólo dejar abandonadas personas, detrás de cuatro paredes, sino que tampoco se cubra realmente la tarea, inconclusa hasta hoy, por que todos tengamos el derecho a una mejor forma de vida.
Clones de igual miseria e inseguridad, se llaman Toba, Los Olivos, Manantial, Las Tumbas, Libertad y 23 de Febrero. Clones que se deshacen, según cuentan, a quien quiera escuchar, alrededor de su mesa, conformada en vasos y vino, Chamorro, Barrios, Benegas y Ana María, en inseguridad, pobreza, hacinamiento y falta de todo lo que pueda faltar. Clones que se levantan en la posibilidad única de tener una dirección, y poder recibir una carta a domicilio, algo tan simple, y normal y anormal, con carácter de ley para este todo.
Y conjugados en este presente, aún de frente para seguir jugando con los miles de accidentes que se les hacen vida, tal vez, en un mañana no muy lejano, como durante los quince años pasados, cuando abandonaron la partida casi todos los quinteros para dejar paso a estas cadenas de casas, también los Cairo, último resabio de la época del color de la esperanza, abandonen sus almácigos y sueños construidos, para que alguien, desde donde dispara tinta sobre papel, siga calcando, sin el miedo que pueda llevar adelante, algo que logre concretar, por fin, un cambio; real y necesario.
Entonces, llegarán más Anamarías y, de a poco, eso de ir "de los Cairo", pasará a ser parte de los recuerdos de una ronda de mate, o de la página biográfica de un libro, o del nombre de una cortada a las perdidas, para recordar lo que nadie recuerda. O, por qué no, aparezcan conjugadas en futuro perfecto, perfecto de posibles, donde pasen a ser parte de la historia de nosotros, de ustedes, de todos los que escriben la historia real, la que entiende de verdades, la que se atesora en el gusto por lo profundo y lo concreto; que nos deja y nos acerca a esto de vivir y construir en el día a día, el espacio de lo normal, de lo esencial, donde los sueños se desean, se pelean y, al margen de utopías necesarias... Se concretan.

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